domingo, enero 07, 2007

Sobre Ámsterdam y superhéroes (?)

De GrasshopperHabían llegado horas antes manejando un auto. Un destino no planeado. El único destino en su viaje de veinte y seis días por Europa con un propósito no turístico: diversión era la palabra clave. La búsqueda del hotel había sido difícil, pero no tanto como encontrar aquel hotel del Port Maritim frente a la costa de Barcelona o el de París dentro de sus calles complicadas o el de Roma con su tráfico y motoristas insoportables.

Esta vez sus sonrisas seguían intactas.

-Buenas noches. Tenemos una reserva a nombre de Francisco Acuña. Acuna. A…C…U…N…A –en inglés.
-Déjeme revisar el sistema –la alta y rubia recepcionista responde en perfecto inglés, mira la pantalla y aprieta los labios-. No veo ninguna reserva bajo ese nombre señor.
-Extraño. Esta reserva la hicimos hace varias semanas por Internet.
-Verificaré nuevamente –luego de una rápida mirada, el mismo gesto-. Lo siento. Me temo que no tengo ninguna reserva para usted señor.

Alonso está parado a unos metros con las maletas. Es flaco y de cejas pobladas. Hasta ahora su sonriente semblante no había sido perturbado, ni siquiera por la demora en llegar al hotel ya caída la noche. Esto era diferente: cansancio, ganas de divertirse y tranquilidad de un alojamiento seguro echados al tacho. Alonso y Paco se miraron y como si hubiesen decidido el plan por telepatía volvieron donde la recepcionista. Menos relajo en la conversación y venimos viajando por casi treinta días sin ningún problema, esta es la primera vez que nos pasa algo así –con un tono muy propio de Alonso. Ello bastó para que les asignaran una habitación con una reserva fantasma.

Nunca recordaron si realmente la habían hecho.

---

A la salida de la estación central la gente casi se tropezaba entre sí a cada metro, enfocados –ebrios y carcajeantes- en sus planes de diversión. Nadie los paraba. La multitud era como hormigas persiguiendo algún festín de azúcares. La ciudad vestía con el traje elegante que daba la noche boreal. Las luces de postes y ventanas, las finas lentejuelas.

-¿Cuál era el nombre de la calle? –mirando un plano de la ciudad.
-Es impronunciable: Udebrug o algo así. Mejor preguntemos. ¿Total? De Grasshopper es recontra conocido.

---

En frente apareció un edificio de arquitectura clásica de tres pisos bañado por luces verdes frente al canal. Desde fuera se veía desbordante de turistas. A Paco y Alonso les habían dicho que vayan de frente al sótano, donde está la verdadera diversión. Siguiendo esas palabras, ahí estaban sentados en una mesa, con cierta duda sobre el protocolo para comprar y fumar lo que había ido a buscar. La cabina de venta estaba por la entrada; un tipo de unos veinticinco años con barba desordenada de cinco días esperaba sentado. Los precios por onzas estaban pegados sobre el vidrio del mostrador. Alonso fue en busca de la diversión.

-¿Dos onzas será suficiente para dos personas?
-Depende del tipo y del efecto que quieras.
-Un viaje normal, sin dolores de cabeza y mucha risa. ¿Tienes Skunk?
-No me queda Skunk. Tengo una Índica afgana con un efecto hipnótico y relajante parecido al de la Skunk.
-¿Qué otras hay?
-Entre las Sativas te recomiendo la California Orange o la Super Ice. Decide rápido; hay gente esperando.
-Dame tres onzas de Índica. La…afgana entonces.

Alonso regresa a la mesa. Paco fumaba un cigarrillo y tomaba una cerveza. La luz del lugar era muy tenue. El humo de las otras mesas se mezclaba en el aire con las risas hilarantes de turistas novatos. Luego de armar un porro algo endeble, Alonso lo enciende, da un par de ligeras pitadas y se lo pasa a Paco.

-Se está despegando – da una pitada larguísima.
-No jodas. Tú fuma nomás. Voy a pedirme una chela –levanta la mano para llamar la atención de una mesera, quien se acerca y atiende el pedido.

Paco siguió con tres pitadas más. Inhalaba profundamente, como chino de bodega fumando su último cigarrillo antes de morir. Era de nuevo el turno de Alonso, de pronto un mesero poco amable se acerca a la mesa a informar el cierre del local en cinco minutos y a pedir que apaguen lo que habían comenzado a fumar.

-¿Qué? Pero si acabamos de sentarnos. ¡Por la puta madre!
-Alonso ni modo. Apágalo.
-Acabo mi chela y nos vamos a otro lado – aplastó el porro ligeramente sobre el cenicero. Paco asentó y esperó a que terminara.

---

-¿Trajiste lo que sobró?
-Sí, ¿por?
-Pregunto nomás –caminando extrañado por las calles colmadas de turistas -. Hay mucho más gente, ¿o me parece?
-Yo creo que a esta hora hay más tombos. Están por todos lados.
-Oye Alonso, yo no veo ninguno desde que llegamos. De hecho creo que no hay policías en Ámsterdam –soltó una carcajada y algunas gotas de saliva.
-¡Chucha, un tombo! – sus movimientos de gallo no pasaban desapercibidos.
-Tranquilo. Es un guachimán de discoteca. Te digo que no hay tombos.
-Creo que mejor me deshago de la maricucha. La voy a botar.
-¡No! ¿Estás loco? Yo la cargo. Dámela.
Alonso se la pasa.
-¿Estas seguro? – agrega mientras Paco guarda el paquete y sigue caminando-. Impresionante la cantidad de tombos.

---

Bares abiertos a la medianoche sobraban, sin embargo no aquellos donde podían disfrutar libremente las tres onzas recientemente adquiridas. La gente se movía rápidamente, como con destinos fijos. En cambio Alonso y Paco no sabían cuál era el lugar adecuado a esas horas. Se animaron por entrar a un bar. Desde fuera se veía una larga barra, mesas –casi todas ocupadas- cercanas a la puerta y una pista de baile al fondo. Todo era oscuro pasando la zona de mesas, donde la gente bailaba en la pista y sobre la barra –chicas que subían a mostrar supuestas habilidades para bailar y más que nada partes favorecidas del cuerpo.

Encontraron una mesa y se sentaron mientras pedían dos cervezas a la mesera. Miraban alrededor. Seguían mirando, sólo mirando y esperando sus cervezas. La música era irreconocible (¿Electrónica?). Al lado una pareja de esposos en sus sesentas. Para Alonso desentonaban en el lugar. Para el resto, la diversión era la misma para todos. Paco miraba, analizaba el lugar y esperaba; seguía el ritmo de la música con casi imperceptibles sacudidas de la cabeza. Aparece la mesera, deja los dos chopps sobre la mesa y se da media vuelta.

Alonso y Paco siguen mirando, mirando como dormidos con los ojos abiertos. Quién sabe que estarán buscando estos sesentones piensa Alonso preocupado, mirándolos de reojo, a veces de frente, incomodándolos. Paco sólo miraba alrededor, cada vez más. También sonreía cada vez más, mostrando esa suerte de piano dentro de su cavidad bucal. La música seguía siendo ininteligible pero servía de acompañante de fondo, en el fondo de la mente. Bum…bum…bum…tssss…tsssss…bum…bum. Alonso no disfrutaba el éxtasis de fiesta del lugar; estos viejos de mierda nos quieren meter alguna pastilla en el trago y luego llevarnos a algún sótano oscuro de una vieja casa en Eslovaquia, extirparnos un riñon y dejarnos desangrar como alimento de cerdos; qué tanto me miran los viejos esos. Paco seguía en la distracción de la nada; no habían cruzado palabra alguna desde que se sentaron.

Los movimientos de alerta de Alonso se iban acentuando. Ahora tapaba el chopp de cerveza con la palma de la mano; mejor prevenir que lamentar un riñón extirpado pensaba Alonso. De pronto algo lo distrajo de manera sorprendente.

-Paco, Paco – codeándolo con los ojos bien abiertos mirando hacia otra mesa.
-¿Qué pasa? – sonrisa de piano en el rostro, mirando a su alrededor.
-No me vas a creer.
-Dime qué pasa.
-De verdad que no es una broma. En la mesa de al frente hay un Superman sentado. Por favor dime que estoy alucinando.

Luego de voltear hacia la mesa, echar un vistazo somnoliento, Paco voltea hacia Alonso.

-Ahora tú no me vas a creer.
-No te entiendo.
-Alonso, no hay un solo Superman… ¡Hay siete Supermans!
-¿Ah?...Chucha sí, ¿no? ¿Qué está pasando?
-No se, pero uno de los Supermans tiene celular.
-Sí, y otro Superman derramó a propósito su cerveza sobre el celular. Ahora discuten ¡dos Superman entre sí por un celular!
-Mira, hay otro Superman desvistiéndose y bailando sobre la barra. A pesar de lo gracioso de la escena, ya me empecé a preocupar. ¡Están por todos lados!
-¿Tanto hemos fumado, Paco? Si yo sólo di dos pitadas.
-No sé, pero creo que mejor safamos.

En sus caras ya no había sonrisas. Se miraron y terminaron sus cervezas de una. Salieron confundidos -más todavía- hacia el hotel luego de pagar la cuenta.

---

En el bar aquellos ocho siguieron celebrando hasta el amanecer la despedida de soltero que tan bien habían organizado. El Superman de anteojos fue el más feliz de la noche.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Cualquier semejanza con la realidad será pura coincidencia? Buena narrativa Anth!

Acitsonga dijo...

Esta historia me recuerda a la trama de Hostel, felizmente esta tiene un final jocoso. Buen relato.

Alquimista dijo...

Sí vi esta película. Eso sí de thriller gótico-industrial mi relato tiene muy poco.