miércoles, enero 31, 2007

Las palomas amanecieron tontas

PalomaEsquivé una paloma a pocas cuadras de salir de mi casa hoy por la mañana. La otra (siempre las veo en parejas) salió volando casi anticipando mi paso; parecía más acostumbrada al barrio. Me bastó con desacelerar consciente de la posible fatal consecuencia.

Al final de la calle se veían otras dos (en pareja por supuesto) sobre el medio de la pista. Yo no entiendo qué es lo que tanto picotean sobre el asfalto, pero debe ser algo muy especial porque siempre están ahí con traje de gala, paradas o dando brinquitos, pico a tierra, cola al cielo.

Está vez -pensando que serían conscientes del auto acercándose- no desaceleré tanto. Su reacción como que me dejó una expresión sobre sus picos: hasta me pareció que volteraron con el pico abierto en señal de sorpresa, lanzaron un ¡carajo! y con el empuje del instinto de supervivencia propio de un parque de zona urbana volaron hacia cada lado gritándose una a la otra. Se salvaron, pero no por sí solas. Después de todo yo dejé de apretar el acelerador, hecho que finalmente las salvó -esta vez.

Seguí mi camino con la misma tranquilidad que me regalan las mañanas por donde vivo. Los parques abundan y las palomas más (si digo en pareja, ¿me creerían?). Se venía una curva a la derecha donde desde lejos ya veía un par más sobre las rayas de la pista. Felices se les veía, casi como esposo y esposa conversando en una mesa tomando desayuno. De hecho creo que sí conversaban sobre lo que sigue siendo un secreto para mí (hablo de lo que recogen del asfalto). Yo no iba muy rápido -o me parecía- pero las veía cada vez más cerca en un especie de fast-forward. Lo peor de todo es que permanecían inmóviles. Suponiendo que reaccionarían de la misma forma que las anteriores no relaje el pie. Seguí. Las tenía encima.

Por la izquierda admiré el vuelo de una de ellas (parecía el espíritu santo huyendo del diablo) mientras el vacío del efecto suelo atrapaba a la otra debajo del auto. ¡Zuok! y un golpe por debajo. Lo demás fueron plumas por el aire, al principio al frente luego por el retrovisor.

No se si se apoderó de mí un instinto cazador por un segundo, lo cierto es que esta vez no aflojé.

Frente a mí el espejo me mostraba una masa de carne y plumas sobre el asfalto y al lado, girando confundida, casi sin picotear (¿de nervios?), como llorando y odiándome, la otra paloma. Se lamentaba, desesperada. Me quedé mirando la escena por el retrovisor con el auto parado en una esquina. Pasé más de una vez la saliva con dificultad.

Me provocó recogerla y enterrarla con honores, sin embargo como todas las mañanas tenía que llegar a mi destino.

domingo, enero 28, 2007

Señor, ¿me oyó?

Señor, ¿me oyó?-Oiga señor -le digo.

El señor no contesta, casi siempre está de espaldas. En realidad nunca contesta, sólo habla cuando necesita patear la soledad y escucha cuando recuerda que escuchaba. Sus canas asoman sobre una cabeza de frente amplia y lisa. Poco pelo, desordenado, de viejo, de payaso bueno de circo. Sobre las orejas un aparatillo.

-¿Señor? -más alto que antes.

Ahora el viejo cada vez más doblado habla, no responde pero habla. Está hablando solo, de espaldas siempre, como mostrando su caparazón en señal de defensa -inconsciente. Si lo muestra es por algo, por algo dentro de sí o producto de su entorno, de los otros payasos, quizá la mujer o los hijos. Me recuerda al papá de un amigo que rastrillaba un fusil invisible ante alguna amenaza, no la de la guerra con Ecuador que permanecía escondida en su inconsciente, si no la de la guerra actual, la guerra contra el olvido y la falsa memoria.

El señor viejo ahora voltea. Sus palabras sobre vegetales encurtidos engreidos y sobre chilenos armándose hasta los cogotes hijos de mil putas se cortan. Su mirada también se corta. Voltea y pinta una mirada como pinta un pincel con pintura blanca sobre fondo blanco. Sus ojos pueden reconocer pero no quieren reconocer, depende del día, depende de mí.

-Hola -murmulla.

Quiero atraverme a decirle cómo está, pero no puedo, quizá por algún recuerdo, quizá sea porque soy yo mismo. Sólo respondo con un "hola" seco, simple, vacío, desnutrido, escupido casi, más por deshacerme de una palabra indeseada en el fondo de mi mente que por ganas, ni por pocas ganas.

-Te has enterado que va a llover mucho este verano -agrega el viejo como recordando que ya no está hablándole a los pájaros (que cree lo escuchan, que sólo lo escuchan pero con mucha atención).
-No se. Sí creo, en el norte ¿no?.
-En todo el Perú. Parece que este "Niño" va a ser más jodido...¡qué calor! ¿Sabes que ayer casi llegamos a los treinta y cinco grados?.
-No sabía -buscando mi jugo de naranja.

El caparazón parece haberse movido, como si se hubiese alojado en otro cuerpo. El viejito bueno ahora está dispuesto a hablar con atención. No a responder, pero sí a hablarle a alguien humano, probablemente sus últimos intentos conscientes para ello. Está parado atento, encorbado con las piernas blancas venosas y la espalda pesada. Las canas son cordiales ahora, provoca acariciarlas. Provoca abrazarlo con la fuerza de los recuerdos como a un padre y abuelo.

Lamentablemente el caparazón está del otro lado, siempre de algún lado siempre.

"¿Sabe usted señor que lo quiero?", pienso y me voy dándole ahora yo la espalda.

El hechizo Tintín

Tintín y MilúHoy leí un artículo nostágico de Fernando Savater sobre Tintín y su embrujo aventurero en el que encontré muchos lugares comunes referidos a mis placeres de niño. Savater cuenta que "le debo a Tintín un regalo maravilloso: con sus álbumes aprendí a leer en francés", algo que sin darme cuenta ocurrió conmigo también. La forma en que me sedujo y envolvió el enigma Tintín fue sin embargo la causa, uno de los efectos fue el idioma.

Me veo sentado en la biblioteca de mi colegio con una edición en francés de El templo del sol, que probablemente esperé dos semanas hasta que la devolviera algún alumno boy scout aplicadillo en francés, con mayor pasión por captar palabras en idioma extranjero que por la viñeta mágica de Tintín y como dice Savater por "un universo paralelo, un minucioso espejismo al que uno puede irse a vivir por un rato o quizá intimamente para siempre". Mejor explicación no podría dar; mi atención era profundamente fiel, comprometida con la historia y no con los globitos en francés (belga por cierto) de cada página que leía. Muchos niños entraban y salían rápidamente, unos en shorts y gordos, otros con las medias hasta la rodilla, siempre con los colores distintivos del único uniforme escolar de la época. Pero sólo pocos sabían de la magia real de Tintín. Al fondo tras el mostrador, parado con la pausa provinciana y los anteojos tristes, el profesor Macedonio al mando de la logística de los libros que tenía detrás. Los más pedidos: los de Tintín. "Uy, tendrás que esperar un par de semanas porque la lista de espera está larguita", decía.

A diferencia de Savater, yo no podía comprar una historia de Tintín en el kiosko o alguna librería cercana (él las compraba en Biarritz o Hendaya, ¡vaya diferencia!). Lo único que me ofrecía el kiosko de la esquina, al que acudía domingo a domingo, eran historietas de la mexicana Editorial Novaro: Archi, Supermán, La pequeña Lulú, La zorra y el cuervo, entre muchas más. Conseguir una edición del hijo de Hergé no fue tarea fácil por años, incluso hasta en etapa adulta: recuerdo de hecho haber comprado mis primeros Tintín en Santiago de Chile durante un viaje de vacaciones veinteañeras con un grupo de grandes amigos. El único Tintín que ya formaba parte de mi colección, El asunto Tornasol, me lo había regalado mi hermano, quién sabe cómo lo había conseguido.

Los personajes de Tintín no eran comerciales (se hicieron sólo dos adaptaciones cinematográficas con actores reales), no eran de Disney. Sus lectores eramos fieles al estilo convencional de sus historias, con mundos parelelos que tienen mucho del nuestro, donde los viajes por el mundo -y en particular el mundo per se- eran un atractivo fantasioso para los que soñabamos (en shorts) sobre un mapamundi con una mochila donde sólo cabía una manzana más roja que redonda, una libreta de notas, una cámara de fotos y un sólo Tintín, el favorito. Quizá el mayor atractivo es lo que menciona Savater "El planeta se le queda pequeño, como a cualquiera de nosotros: y a pesar de todo, sabemos que para ser feliz nunca hubiera necesitado salir de casa". Tintín era feliz en Moulinsart, en los Himalayas del Tíbet o en Perú al lado de la tumba de Ráscar Capac. Yo era (soy) feliz con sus aventuras (una "pequeña felicidad" más para mi lista), con las que viajaba desde la comodidad de mi sala, rodillas sobre la alfombra, codos sobre el sillón.

Al igual que Savater, el enigma de Tintín me posee al punto de creer y recordar sus personajes como amigos de la infancia. Además del protagonista especie de Indiana Jones formal, recuerdo al profesor Tornasol, el perro Milú, los hermanos Hernández y Fernández y por supuesto al mayor insultador de la historia del comic: el capitán Haddock.

Sin lugar a dudas todos ellos fueron parte importante de las primeras aventuras de mi vida.

jueves, enero 25, 2007

Tiburosaurio

Esto fue muy extraño.

Fotografiar una especie en vías de extinción ya es raro, por lo que me imagino la probabilidad de fotografiar -o siquiera ver- un animal de una especie extinta y además en movimiento: ¿de hecho existe alguna posibilidad de ver en vida algo supuestamente extinto?. Mayor sería la chance de divisar un OVNI girando sobre nuestros pies mientras se descansa en la terraza del jardín (y esto porque en nuestros tiempos me imagino más fácilmente a alienígenas achechando por nuestras calles que a un velociraptor vivo respirándome sobre la nuca presto a covertirme en una masa de carne sin aderezar).

Un tiburón primitivo de una rara especie fue recientemente divisado al sur de Tokio luego de la alarma de un pescador. La criatura de 1.6 metros, considerada un "fósil viviente" que habita 600 metros bajo el mar, estaba aparentemente enferma. Murió horas después luego de ser trasladada a una piscina de agua de mar donde fue filmada y fotografiada.

No me queda duda que existe vida en otros planetas.

lunes, enero 22, 2007

Una memoria de rubgy

Jonny WilkinsonSidney. 83 mil espectadores copando el Telstra Stadium. Se jugaba la final de la Copa Mundial de Rugby 2003.

Últimos treinta y cinco segundos y el marcador señalaba:

Inglaterra 17 - Australia 17

El desenlace final del encuentro y en especial la narración explosiva son de esos recuerdos "ojos-bien-redondos-mandíbula-de-cerámica-boquiabierto-piel-erizada-de-mono-respiración-en-pausa-eterna-parado-sin moverme" que dejó mi paso por Gran Bretaña.

El video habla por sí solo.


sábado, enero 20, 2007

Conversaciones (oliendo) en "Juanito"

Barranco
Ayer decidí levantar mi veto de años a Barranco. Motivado por la esperanza de encontrarme con alguien en especial, le pedí a un amigo que me acompañara a la bodega bar Juanito y si quedaban ganas a la discoteca Dragón, que dicho sea de paso yo no conocía.

"Al Juanito se viene los martes y miércoles", me aclaró un primo que encontramos en la puerta de entrada.

Yo no estaba enterado ni de los mejores días para ir a comer un asado y tomar una cerveza a Juanito, ni que en Barranco aún se podía respirar el espíritu de una taverna amable, con identidad, libre -más que muchos lounge bar restaurants miraflorinos- y llena de gente dispuesta a ser y estar en un lugar como son y están frente a sus espejos. Como le dije a mi amigo "he desperdiciado la calidez de este lugar por años", estos son los lugares que te llevan al contacto con la vida y de donde uno obtiene no sólo información de las personas, paredes, anaqueles, posters, sino también sabiduría. Sabiduría de calle, de esquina, de vida.

Soy muy sensible identificando olores, disfrutándolos y rechazándolos. Ayer en Juanito no me enfrenté a ninguna de esas dos alternativas: simplemente olí y asocié. Mientras olía iba completando la escena del bar, como si estuviese describiendo de manera onmisciente -y simultánea- mi propio guión. En El perfume de Patrick Süskind el sentido del olfato lleva de manera casi involuntaria a Jean-Baptiste Grenouille a cometer su primer crimen en un torpe intento por capturar el olor exquisito de una joven. La noche de ayer en cambio mi sentido del olfato fue el instrumento voluntario para completar la escena: una mezcla de cebolla con jamón, sudor con cerveza, madera húmeda con acido úrico, humor corporal con aire cargado.

Los tres tuvimos una conversación en la que fui más oyente que partícipe -mi primo habló el setenta porciento del tiempo porque es su esencia y porque lo dejamos. Creo que fue una noche con conclusiones relevantes, no necesariamente por los temas que hablamos, más bien por la satisfacción de haberme reencontrado con la realidad, con un bar donde la esencia es la gente -y no sus apariencias-, con olores que dejé atrás en los noventas y con aquellos posters promocionales empapelando las paredes. De hecho la experiencia sensorial circundante fue la que me distrajo por momentos -muchos- de la conversación.

Hablamos de la civilización actual y su eminente decadencia; de la pena de muerte y Saddam Hussein; de los sistemas educativos ideales (quiero confirmar si en los colegios de Uruguay sólo se estudia cuatro horas al día); de la libertad gramatical en la literatura; de Marco Aurelio Denegri y su erudicción sobre los gallos de pelea; de la diferencia entre tratado y ensayo (no me quedó clara por cierto); de Rousseau -mi primo se declaró rousseauiano (sic), pero aún no entiendo por qué-; de la diferencia entre información y conocimiento; de la gestión de recursos humanos y la selección de personal; de horas-nalga (métrica por la que mi primo dice que le pagan en su oficina); del desarrollo y formación de la personalidad de los individuos; de relaciones padre divorciado-hija. En general fuimos libres de hablar y escuchar sobre lo que nos provocaba en el momento. Algo que extrañaba desde hace mucho tiempo.

No se si hasta ayer fui injusto con Barranco porque aún creo que le falta mucho por mejorar y convertirse en lo que alguna vez fue, pero sí puedo asegurar que descubrí un lugar al que iré a intentar recuperar todo el tiempo que perdí. Por lo menos los martes y miércoles.

martes, enero 16, 2007

Laberintos y encrucijadas

Laberinto medievalLa RAE define la palabra "laberinto" en su principal acepción como "lugar formado artificiosamente por calles y encrucijadas, para confundir a quien se adentre en él, de modo que no pueda acertar con la salida". No aclara nada sobre la forma, ni el número de caminos o direcciones para llegar al destino.

En inglés la palabra "labyrinth" está referida a una estructura elaborada de pasajes y caminos con un único camino ("unicursal") y se diferencia claramente de la palabra "maze", que es una estructura compleja y confusa de caminos que desafía al ingenio para encontrar la ruta correcta. Es decir, el termino "maze" se refiere a múltiples rutas y salidas, donde la solución no es una sola. Mientras el primer caso es usualmente una estructura concéntrica, el segundo puede tomar formas indistintas (especialmente en los puzzles).

Hay diversos tipos de laberintos (como se entiende "labyrinth" en inglés), pero los más conocidos son los medievales por su forma (ver ilustración) y los barrocos por sus salidas truncas y pasajes engañosos. Desde épocas medievales el término "laberinto" se ha asociado a una especie de trampa para espíritus malévolos o a una representación gráfica de ritos o peregrinaje: el camino desde el nacimiento (entrada) hacia Dios (centro), por ejemplo. El patrón topológico es sin embargo el mismo: la forma de llegar a la salida o centro de la estructura.

Estar dentro de un laberinto no es nada agradable -menos si uno es claustrofóbico y peor si hay un Minotauro esperando. De todos modos, aconsejo lo siguiente si se presenta la circunstancia -en realidad o sueños: apoyar la mano derecha sobre la pared de la derecha (o la mano izquierda sobre la pared de la izquierda) e internarse avanzando sin levantar la mano de la pared. Si se continúa de esta forma tarde o temprano se llega a la salida (siempre y cuando sea un "maze" de un solo camino).

Si en cambio uno descubre el centro, estará dentro de un laberinto clásico donde quizás lo este esperando una bestia mitad humano, mitad toro. Para este caso lo más recomendable es haber usado el ovillo de hilo de Ariadna.

lunes, enero 15, 2007

¿Te cruzaste con Sartre o Camus alguna vez?

On WritingAquella noche de Febrero esperaba un vuelo hacia Boston. Yo estaba inmerso en entender la diferencia entre tener algún atributo literario y apostar por él -siquiera como hobbie- leyendo On Writing de Stephen King. La sala de espera no escuchaba voces. Un par de personas durmiendo y una mujer gorda sentada frente al puesto de revistas esperando a nadie comprar.

Recuerdo que había comprado On Writing en una librería de Central Park obedeciendo la recomendación de una anciana -a quien imagino apasionada por los libros o desempleada y sola- que cortesmente me atendió. Llevaba sólo unas horas leyéndolo y era como haber encontrado parte de mi futuro. Sólo me bastaba una recomendación importante, como diría Vargas Llosa "por dónde cristalizar en obras esa vocación que sentía en mí como mandato perentorio" y hasta pedir la desesperada orientación de algún escritor famoso, o al menos popular.

Los vuelos Nueva York-Boston duran poco más de una hora y en algunos casos se realizan en aviones comerciales de corto alcance con turbohélices. Y este era mi caso. La voz del altoparlante había anunciado la llegada del vuelo desde Boston, por lo que sólo me quedaba esperar a la gente descender.

Me gusta mirar a la gente; simplemente ver gente salir era un elemento distractor para mi lectura. Uno tras otro. Sobretodos negros, maletines James Bond, zapatos italianos, laptops por doquier, chalinas de seda o lana, algún gorro de beisból. Miradas sobre libros en mano, pasos rápidos, alguna rubia en sus cuarenta. Nadie en pantalones cortos. Yo mientras tanto girando la cabeza desde la puerta de desembarque hacia las escaleras mecánicas. Callado y con mi libro en la mano.

No creo en las coincidencias pero lo que me ocurrió fue un sincronismo que luego de mucho tiempo entendí que no aproveché. En el contexto de lectura en el que estaba y considerando mi interés subyacente por escribir, creo que sufrí de lo que Vargas Llosa llama "pesimismo inhibitorio". Lamentablemente fue ese el caso.

Entre los muchos que bajaron del avión, reconocí a uno con especial sorpresa. Ahora esperaba a la salida del baño a su mujer, con quien segundos antes había bajado de mi avión con rumbo de regreso a Boston. Usaba un sobretodo crema y una bufanda bien escogida -quién sabe si por ella o por él. No se distraía en su espera; se sabía alto, seguro y buen escritor, famoso.

Bacilé. "¿Y si lo saludo?", pensé apretando los labios en señal de desaprobación. Me imaginaba dándole la mano y diciéndole...nada. No se me ocurría nada que decirle, no se me ocurría interrumpirlo: "¿qué le hubiese preguntado a Sartre o Camus en sus inicios a modo de guía o inspiración para seguir en el rumbo narrativo?". De todos modos me levanté del asiento.

Volví a bacilar y dí unos pasos hacia él.

Mario Vargas Llosa seguía esperando a su esposa.

Esta vez decidido me acerqué.

-Mario -lo tuteé con un atrevimiento involuntario.

Me extendió la mano con el cuerpo hacia atrás, sonrió de soslayo y cortésmente me respondió:

-Hazme recordar.

En este momento si algo se me había ocurrido lo olvidé. Bajo condiciones normales pude haber elaborado cualquier comentario más interesante que el que hice. Sin duda "pesimismo inhibitorio". Fue la frustración perfecta para un anhelado momento perfecto. Al final, lo saludé, le mencioné que era un peruano en viaje de negocios y me despedí con una sonrisa vergonzosa.

Tres años después entendí que esta situación me enseñaría mucho, especialmente a decidir con pleno convencimiento que por lo menos debía intentarlo. Intentar ser un escritor, siquiera como hobbie. Hoy leí el primer capítulo de Cartas a un novelista de Vargas Llosa y además de convencerme a seguir leyendolo, me convenció de añadirle un poco de voluntad a mi "predisposición a fantasear personas, situaciones, anécdotas, mundos diferentes". Es decir, finalmente me hizo elegir.

domingo, enero 14, 2007

Sobre la necesidad (electricidad) de escribir

Billy ElliotUn amigo me dijo -en tono de broma- que él era un simple medio por el que pasaba la música dejando suficiente energía como para entrar en trance y bailar waynos y otra música peruana. Este gringo con más alma peruana que muchos peruanos tiene una interpretación muy válida sobre una forma de expresión. Era algo como lo que sentía Billy Elliot -salvando las infinitas diferencias- al bailar:

"Don't know. Sorta feels good. Sorta stiff and that, but once I get going... then I like, forget everything. And... sorta disappear. Sorta disappear. Like I feel a change in my whole body. And I've got this fire in my body. I'm just there. Flyin' ike a bird. Like electricity. Yeah, like electricity".

Hoy me preguntaron la razón por la cual escribía desde chico. Intenté responder de manera instantánea, como Billy Elliot, como si realmente pudiera, pero no pude. Pensé en muchas cosas, bacilé y obedecí. "Era una forma de soltarme, de expresarme y soltarme a la vez, algunos pintan, otros dibujan, otros cantan o tocan un instrumento. Yo escribía...sobre mí, sobre lo que sentía".

Es cierto, yo escribo desde muy chico. Sobre mis cuadernos de colegio y en los universitarios también. Sobre papel cuadriculado, sobre post-its, en itinerarios de vuelo y recibos. ¿Quién no ha escrito también sobre papel calendario? Es extraño explicarlo, pero era una fuente de escape sólo valorada por mí. Quizás porque nunca compartí nada, ni siquiera pude hacerlo conmigo mismo: tengo un sobre especial con cientos de notas y textos que no me atrevo siquiera a releer. Temor a descubrir una realidad que no esperas, que no eres quien pensabas. Lo que es peor: que tu medio de expresión te traicione.

De expresarme sobre mi realidad y las inquietudes que no me respondía el entorno, pasé a distrarme con la información, acumular la mayor cantidad para mí. Como buscando crecer por todos lados, vitaminizado por datos -desde algo tan relevante como el conflicto serbo-croata hasta la insignificancia temática del país con mejor lenguado del mundo. Confieso que bien podría haberme quedado con todo ello para mí, me hacía feliz el simple hecho de saber. Saber más sobre lo que más podía, algo que debería hacer todo estudiante universitario. Fui un estudiante normal, pero siempre atento a la información de los medios. Internet por aquellas épocas recién comenzaba, recuerdo estar sentado en el laboratorio de computación de la universidad bajando información, no se qué.

De hecho la información per se no es un medio de expresión. Tampoco debería serlo: la información busca conocimiento, la expresión busca revolver alguna emoción. Estudié ingeniería y algunas veces -muchas en realidad- pienso si debí estudiar una forma profesional de manifestar mis signos interiores, mis ideas sensoriales, la intensión de mi respiración. No se si pueda responder a eso, lo que sí puedo hacer es dejarlo fluir. Y es lo que hago en este blog.

Es la extensión de mis cuadernos cuadriculados, donde puedo echar a andar la magia de la alquimia de la expresión textual. Como buscando transformar algún pensamiento corriente en la "panacea" que prolongue mi vida en notas hasta donde lo decidan mis lectores. Una verdadera alquimia de letras, a oscuras y escondidas todavía. No se si espero que siempre sea así; eso lo decidiré con el tiempo. Por ahora combino mis dos raíces: información y expresión, o mejor dicho busco expresarme también con guiños de información: la interior, la que lees en el boletín de un cine club, la de magazines de cultura y principalmente la del día a día. No busco altura filosófica ni tampoco superficialidad; busco expresarme como mejor creo que puedo hacerlo: entreteniendo con libertad de conocimiento y el vuelo de la mente.

Lo mejor de todo es que ahora lo comparto sin temor, transformando mi esencia interior, esa electricidad, en expresiones -parciales o totales- de mí.

Julio Ramón Ribeyro y la soledad octogenaria

Julio Ramón Ribeyro"El sentimiento de la edad es relativo: se es siempre joven o viejo con respecto a alguien. César Vallejo dice en un poema en prosa que por más que pasen los años nunca alcanzará la edad de su madre, lo que es cierto además. Es comprensible que los hombres de cuarenta o cincuenta años sigan sintiéndose jóvenes, pues saben que todavía hay hombres de setenta u ochenta.Sólo cuando se llega a esta última edad comienzan a escasear los puntos de referencia por la cima. Los octogenarios se sienten pocos, es decir solos, viejos." (Julio Ramón Ribeyro).

Luego de leer la cita de Ribeyro pensé si el sentimiento de la edad es relativo, lo es también el sentimiento de soledad. Hice un pequeño ejercicio para tratar de absolver mi duda recurriendo a una fuente estadística mundial bastante completa, NationMaster.com.

Ahí se muestra que los diez países con mayor proporción de habitantes mayores de 65 años son:

1. Mónaco: 22.6 %
2. Japón: 20 %
3. Italia: 19.7 %
4. Alemania: 19.4 %
5. Grecia: 19 %
6. Guernsey: 17.8 %
7. España: 17.7 %
8. Suecia: 17.6 %
9. Bélgica: 17.4 %
10. Bulgaria: 17.3 %

Y los diez con menor proporción de adultos mayores:

216. Benín: 2.4 %
217. Afganistán: 2.4 %
218. Níger: 2.4 %
219. Sudán: 2.4 %
220. Kenya: 2.3 %
221. Uganda: 2.2 %
222. Mauritania: 2.2 %
223. Nauru: 2 %
224. Mayotte: 1.7 %
225. Islas Marianas del Norte: 1.6 %

La prosa (apátrida) de Ribeyro sugiere entonces que en los países donde se vive más -y por ende hay más ancianos- los sentimientos de soledad son mayores. Se que habrá excepciones a la regla debido a la naturaleza filosófica del texto de Ribeyro y a mi coqueteo constante con la estadística. Sólo pretendo aprovechar la sabiduría de la cita para profundizar sobre nuestra existencia, sobre la realidad tal como es.

Consolidé la información anterior con la de índices de felicidad neto y satisfacción de vida de cada país asumiendo que la sensación de soledad tiene que ver con alguno de los dos y que son eventos indenpendientes (aunque probablemente no lo sean). Entiendo que hay muchas personas que valorar la melancolía de la ausencia, de alguien o algo, pero no creo que sean la mayoría, o en todo caso no creo que sean necesariamente felices por eso. Creo que es todo lo contrario. Con esa consideración en mente, la hipótesis a probar era: "En aquellos países donde hay más ancianos es menor la felicidad o satisfacción de vida (entre otras cosas producto de la soledad)."

Luego de correlacionar estadísticamente la variable de proporción de personas mayores de 65 años con las otras dos, los coeficientes Pearson resultantes fueron los siguientes:

- Población mayor a 65 años vs. Índice de felicidad: -0.045
- Población mayor a 65 años vs. Índice de satisfacción: -0.00017

En ambos casos los resultados fueron inversamente proporcionales -uno más que otro ciertamente- pero no lo suficiente como para aprobar nuestra hipótesis. Sin embargo de todo esto puedo concluir lo siguiente:

- La soledad no necesariamente genera infelicidad.
- La soledad no necesariamente genera insatisfacción de vida.
- El hecho que los octogenarios se sientan "pocos, es decir solos, viejos" no significa que sean infelices.

De todos modos me sigo preguntando si los octogenarios se sienten así. Prefiero preguntarle a mi papá cómo se siente ahora, si hablar con el perro y las plantas -y pocas veces conmigo porque nunca estoy- lo hace feliz.

sábado, enero 13, 2007

Una parada en Chartres

Iban en el pequeño Citroën con bandera de la región Provence-Alpes-Côte d'Azur. Momentos antes habían salido rumbo a la catedral.

-No nos tomará más de cinco minutos - dijo la señora. Una típica abuela francesa.
-No debió. Gracias de verdad.
-No tienes por qué. Por alguna razón sentí que lo tenía que hacer.
-Disculpe si pregunté más de la cuenta acerca de Marceau.

La señora lanzó un profundo suspiro y continuó:

-Te voy a confesar algo que nadie sabe. Ni siquiera los mejores amigos de Marceau. No se por qué lo voy a hacer, pero creo que tienes el derecho de saberlo.
-¿Acerca?
-A Marceau lo encontramos muerto en el bosque como te contamos, al lado de la pista. Sólo que no fue producto de un accidente de tránsito. Había una pistola al lado.
-...
-Marceau se suicidó a los diesisiete años. Por eso no recibiste más cartas de él.

Llegaron a la catedral y Alonso se despidió. Nunca más supo de la abuela.

Entre recuerdos, pena y confusión entendió que su visita por Chartres le iba a deparar algún mensaje. Doce años comunicados en silencio. Ahora la verdad los dejaba en paz, a Marceau y a él.

Mad World

Gary JulesHace unos años ví un video musical de Gary Jules, un trovador de bares de Los Angeles, cantando con una capucha sobre la cabeza el cover de una canción que me resultaba familiar. Era Mad World, originalmente escrita por Roland Orzabal del grupo británico Tears for Fears. La versión original llegó a ser el tercer mejor single del Reino Unido en 1983.

Gary Jules (Gary Jules Aguirre) y Michael Andrews grabaron el cover 19 años más tarde para la película Donnie Darko, convirtiéndola en el mejor single de la temporada navideña 2001 del Reino Unido. La naturaleza nostalgica de la canción y la resolución Deus ex machina de la pelicula encajan a la perfección -especialmente al final. Una sensación de vulnerabilidad y ansiedad frente a nuestra débil existencia.

Luego de un tiempo vi un nuevo video de la canción que me pareció espectacular. Simplemente disfrútenlo.

Mad World por Gary Jules y Michael Andrews

viernes, enero 12, 2007

Mis (pocos) libros 2005-2006

La Tabla de FlandesSe acabó el 2006, en el que pasaron muchas letras por mi cabeza. Aunque no fue un año de mucha lectura para mí (me refiero a novelas) , creo que me dejó muchos intereses por explorar el 2007 (por cierto el año del Cerdo según el calendario chino).

Aquí un recuento de algunos libros que leí entre el 2005 y 2006 (entre paréntesis mi calificación del 1 al 10):

- Territorio Comanche, de Arturo Pérez Reverte (5).
- Ficciones, de Jorge Luis Borges (9).
- Una parte de Dublineses, de James Joyce (7).
- La Tabla de Flandes, de Arturo Pérez Reverte (7).
- El Secreto de los Flamencos, de Federico Andahazi (5).
- The Da Vinci Code, de James Brown (6).
- Pude (por fin!) terminar El Médico, de Noah Gordon (6).
- On Writing, de Stephen King (7).
- Comencé (sólo lo comencé) Baudolino, de Umberto Eco. Siguiendo mi patrón de lectura con Eco, me quedé atascado en el capítulo 12 (?).
- Muchos cuentos: El Beso de Anton Chejov, algunos otros policiales.

Días de indecisión, lucha conmigo mismo y algunos tantos de estudio (y tensión) no resultaron en tiempos de gran lectura: un libro cada dos meses y medio en promedio no es como para enorgullecerse.

El 2007 espero llegar a veinte libros.

P. ¿Y ahora qué hago con Orozco?

"T. muchas gracias por tu apoyo, eres una buena persona, y créeme que realmente la pasé bien durante este año trabajando juntos, con algunas dificultades al inicio, pero que gracias al esfuerzo y ganas que ambos pusimos creamos esta excelente relación que tenemos. Gracias por haber puesto de tu parte, eso me demuestra tu calidad de persona y tu profesionalismo. Gracias además por valorar mi trabajo, pues quién más que tú para realmente conocer todo lo que he hecho por este trabajo. Gracias por valorarlo y reconocerlo. P."

Pocas veces uno siente el pecho -y el alma- tan inflada. La respiración en pausa que parece no ahogarte. Rictus. No es tan sólo un alagado. Digamos que hablo de ese abrazo de sentimiento puro, de sinceridad y agradecimiento. Un regalo especial que ahora quiero disfrutar. Ni mil leídas bastan.

Creo que a casi nadie le gustan las despedidas -y digo casi porque tengo una tía sufrida que de hecho marca la excepción. A mi me parten. Se me quiebran las palabras y los sentimientos. Esos espasmos de torsión en el estómago no son fácilmente controlables. Aguantar la tensión sobre tus molares y las articulaciones de las manos tampoco. Es morir un poco. De verdad, es morir.

Hace unos días sentí eso y más. Creo que ahora controlo más este tipo de situaciones. Pero se que igual morí un poco. Un hecho. Lo que sentí fue el peso de la calidad de una gran persona que me demostró una inmensa lealtad y profesionalismo. Me hizo descubrir que la humildad hace a las personas y que el amor sí existe. Es cuestión de decidir disfrutarlo.

A pesar que ese día los dos morimos juntos (un poco), nuestra resurreción es mejor: esa amistad, "esa excelente relación que tenemos". Se que siempre contaremos el uno con el otro. Por ahora sólo me queda decirte: gracias a tí, gracias a tu esfuerzo, gracias a tu lealtad.

Morir un poco sí, pero morir todavía. Siempre estaré aquí para lo que me necesites.

Un millardo de gracias P.

A. (para tí T.)

miércoles, enero 10, 2007

Si hubiese...

- ¿Te puedo hacer una pregunta? - interrumpió ella.
- Dime.
- ...
- Dale.
- ¿Siempre los escritores le ponen al héroe Alonso?
- Hmm no sé...Si hubiese preguntado ¿quieres hacer el amor conmigo y el sunset?, pensó él.

Mi Yorkshire Tea

- Tecito con leche. Un chorrito y...¡perfecto!
- ¿Té con leche?...¿con leche?
- Así se toma en Inglaterra. Y sin azúcar.
- Pero sí le vas a echar azúcar o Equal, me imagino.
- Imposible. Azúcar sólo en el té aromático. ¡This is black tea, mate!
- Bicho raro.
- ¡Bah! Tú comes pan con frijoles fríos ¿y yo soy el raro?
- Nouvelle cuisine que le dicen...a ver, déjame probar un poco.

Insomnio

InsomnioNo puedo dormir. Son las 2:50 am y sigo tan despierto como cuando inicié el día (ayer) tomando un café con leche. Es realmente horrible: la noche descansando a tu lado tranquila; uno con una sensación de ansiedad y sueño congelado. Los párpados no me pesan; me arden. No los puedo cerrar pero me lo piden a gritos. Mi cabeza está a punto de estallar (sin que me duela).

Preocupaciones varias: trabajo, mujeres, más trabajo, ilusiones, una mujer. Una pared blanca, blanquísima sin cuadros me ciega el sueño mucho más todavía. Sin cuadros y blanca. Reluciente todo. Mis ojos más abiertos que nunca sin música ni televisión. Es la tortura del insomnio: no puedes dormir ni descansar, sólo distraer la atención (ver televisión no es una de esas, por eso estoy sobre el teclado) hasta claudicar ante Morfeo y su grata impertinencia.

Sigo despierto. Son las 3:21 am. Los párpados se me van cerrando, pero ahora lucho por mantenerme en pie y con la consciencia en ristre hasta el final (cuando me duerma desangrado de sueño sin darme cuenta). Probablemente sea porque quiero terminar esta nota. Y porque esta noche no quiero tomar un Lexotan.

lunes, enero 08, 2007

Baba O'Riley vs. Teenage Wasteland

Meher BabaÚltimamente he escuchado, leído o visto el nombre de mi canción favorita rebautizada como Teenage Wasteland. El culpable: su propia letra. Esta canción, cuyo verdadero nombre es Baba O'Riley, es un famoso himno del rock reconocido por su cierre in crescendo de violín irlandés (Irish fiddle).

Fue escrita en 1970 como parte de la opera rock Lifehouse de The Who, luego del éxito de Tommy. Sin embargo el proyecto Lifehouse nunca salió a la luz. Aunque la lírica hace claramente referencia a un lamento de adolescente -muchas interpretaciones se tejen al respecto- el verdadero nombre de la canción se refiere a dos grandes "viejos": al avatar Meher Baba y al músico Terry Riley.

Pete Townshend, autor de esta canción, combinó en un sintetizador música experimental minimalista -influencia de Riley- con la información de vida de su maestro espiritual (Baba) para regalarnos una de las canciones rock TOP500 de todos los tiempos, según la revista Rolling Stone. Keith Moon por su parte fue de la idea de agregar el famoso violín (a veces reemplazado por una armónica) estilo klezmer al final de la canción. Una fusión de sonidos indescriptible, hipnótica y con un trabajo de composición realmente valorable.

Aunque muchos han intepretado la canción -Pearl Jam, Jordis Unga (INXS), The Grateful Dead entre otros, para mí la interpretación clásica sigue siendo la mejor. Quizá cuando la disfruté en vivo con las luces verdes parpadeantes sobre mi cara pueda ser la excepción.

Baba O'Riley (The Classic)

domingo, enero 07, 2007

Sobre Ámsterdam y superhéroes (?)

De GrasshopperHabían llegado horas antes manejando un auto. Un destino no planeado. El único destino en su viaje de veinte y seis días por Europa con un propósito no turístico: diversión era la palabra clave. La búsqueda del hotel había sido difícil, pero no tanto como encontrar aquel hotel del Port Maritim frente a la costa de Barcelona o el de París dentro de sus calles complicadas o el de Roma con su tráfico y motoristas insoportables.

Esta vez sus sonrisas seguían intactas.

-Buenas noches. Tenemos una reserva a nombre de Francisco Acuña. Acuna. A…C…U…N…A –en inglés.
-Déjeme revisar el sistema –la alta y rubia recepcionista responde en perfecto inglés, mira la pantalla y aprieta los labios-. No veo ninguna reserva bajo ese nombre señor.
-Extraño. Esta reserva la hicimos hace varias semanas por Internet.
-Verificaré nuevamente –luego de una rápida mirada, el mismo gesto-. Lo siento. Me temo que no tengo ninguna reserva para usted señor.

Alonso está parado a unos metros con las maletas. Es flaco y de cejas pobladas. Hasta ahora su sonriente semblante no había sido perturbado, ni siquiera por la demora en llegar al hotel ya caída la noche. Esto era diferente: cansancio, ganas de divertirse y tranquilidad de un alojamiento seguro echados al tacho. Alonso y Paco se miraron y como si hubiesen decidido el plan por telepatía volvieron donde la recepcionista. Menos relajo en la conversación y venimos viajando por casi treinta días sin ningún problema, esta es la primera vez que nos pasa algo así –con un tono muy propio de Alonso. Ello bastó para que les asignaran una habitación con una reserva fantasma.

Nunca recordaron si realmente la habían hecho.

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A la salida de la estación central la gente casi se tropezaba entre sí a cada metro, enfocados –ebrios y carcajeantes- en sus planes de diversión. Nadie los paraba. La multitud era como hormigas persiguiendo algún festín de azúcares. La ciudad vestía con el traje elegante que daba la noche boreal. Las luces de postes y ventanas, las finas lentejuelas.

-¿Cuál era el nombre de la calle? –mirando un plano de la ciudad.
-Es impronunciable: Udebrug o algo así. Mejor preguntemos. ¿Total? De Grasshopper es recontra conocido.

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En frente apareció un edificio de arquitectura clásica de tres pisos bañado por luces verdes frente al canal. Desde fuera se veía desbordante de turistas. A Paco y Alonso les habían dicho que vayan de frente al sótano, donde está la verdadera diversión. Siguiendo esas palabras, ahí estaban sentados en una mesa, con cierta duda sobre el protocolo para comprar y fumar lo que había ido a buscar. La cabina de venta estaba por la entrada; un tipo de unos veinticinco años con barba desordenada de cinco días esperaba sentado. Los precios por onzas estaban pegados sobre el vidrio del mostrador. Alonso fue en busca de la diversión.

-¿Dos onzas será suficiente para dos personas?
-Depende del tipo y del efecto que quieras.
-Un viaje normal, sin dolores de cabeza y mucha risa. ¿Tienes Skunk?
-No me queda Skunk. Tengo una Índica afgana con un efecto hipnótico y relajante parecido al de la Skunk.
-¿Qué otras hay?
-Entre las Sativas te recomiendo la California Orange o la Super Ice. Decide rápido; hay gente esperando.
-Dame tres onzas de Índica. La…afgana entonces.

Alonso regresa a la mesa. Paco fumaba un cigarrillo y tomaba una cerveza. La luz del lugar era muy tenue. El humo de las otras mesas se mezclaba en el aire con las risas hilarantes de turistas novatos. Luego de armar un porro algo endeble, Alonso lo enciende, da un par de ligeras pitadas y se lo pasa a Paco.

-Se está despegando – da una pitada larguísima.
-No jodas. Tú fuma nomás. Voy a pedirme una chela –levanta la mano para llamar la atención de una mesera, quien se acerca y atiende el pedido.

Paco siguió con tres pitadas más. Inhalaba profundamente, como chino de bodega fumando su último cigarrillo antes de morir. Era de nuevo el turno de Alonso, de pronto un mesero poco amable se acerca a la mesa a informar el cierre del local en cinco minutos y a pedir que apaguen lo que habían comenzado a fumar.

-¿Qué? Pero si acabamos de sentarnos. ¡Por la puta madre!
-Alonso ni modo. Apágalo.
-Acabo mi chela y nos vamos a otro lado – aplastó el porro ligeramente sobre el cenicero. Paco asentó y esperó a que terminara.

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-¿Trajiste lo que sobró?
-Sí, ¿por?
-Pregunto nomás –caminando extrañado por las calles colmadas de turistas -. Hay mucho más gente, ¿o me parece?
-Yo creo que a esta hora hay más tombos. Están por todos lados.
-Oye Alonso, yo no veo ninguno desde que llegamos. De hecho creo que no hay policías en Ámsterdam –soltó una carcajada y algunas gotas de saliva.
-¡Chucha, un tombo! – sus movimientos de gallo no pasaban desapercibidos.
-Tranquilo. Es un guachimán de discoteca. Te digo que no hay tombos.
-Creo que mejor me deshago de la maricucha. La voy a botar.
-¡No! ¿Estás loco? Yo la cargo. Dámela.
Alonso se la pasa.
-¿Estas seguro? – agrega mientras Paco guarda el paquete y sigue caminando-. Impresionante la cantidad de tombos.

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Bares abiertos a la medianoche sobraban, sin embargo no aquellos donde podían disfrutar libremente las tres onzas recientemente adquiridas. La gente se movía rápidamente, como con destinos fijos. En cambio Alonso y Paco no sabían cuál era el lugar adecuado a esas horas. Se animaron por entrar a un bar. Desde fuera se veía una larga barra, mesas –casi todas ocupadas- cercanas a la puerta y una pista de baile al fondo. Todo era oscuro pasando la zona de mesas, donde la gente bailaba en la pista y sobre la barra –chicas que subían a mostrar supuestas habilidades para bailar y más que nada partes favorecidas del cuerpo.

Encontraron una mesa y se sentaron mientras pedían dos cervezas a la mesera. Miraban alrededor. Seguían mirando, sólo mirando y esperando sus cervezas. La música era irreconocible (¿Electrónica?). Al lado una pareja de esposos en sus sesentas. Para Alonso desentonaban en el lugar. Para el resto, la diversión era la misma para todos. Paco miraba, analizaba el lugar y esperaba; seguía el ritmo de la música con casi imperceptibles sacudidas de la cabeza. Aparece la mesera, deja los dos chopps sobre la mesa y se da media vuelta.

Alonso y Paco siguen mirando, mirando como dormidos con los ojos abiertos. Quién sabe que estarán buscando estos sesentones piensa Alonso preocupado, mirándolos de reojo, a veces de frente, incomodándolos. Paco sólo miraba alrededor, cada vez más. También sonreía cada vez más, mostrando esa suerte de piano dentro de su cavidad bucal. La música seguía siendo ininteligible pero servía de acompañante de fondo, en el fondo de la mente. Bum…bum…bum…tssss…tsssss…bum…bum. Alonso no disfrutaba el éxtasis de fiesta del lugar; estos viejos de mierda nos quieren meter alguna pastilla en el trago y luego llevarnos a algún sótano oscuro de una vieja casa en Eslovaquia, extirparnos un riñon y dejarnos desangrar como alimento de cerdos; qué tanto me miran los viejos esos. Paco seguía en la distracción de la nada; no habían cruzado palabra alguna desde que se sentaron.

Los movimientos de alerta de Alonso se iban acentuando. Ahora tapaba el chopp de cerveza con la palma de la mano; mejor prevenir que lamentar un riñón extirpado pensaba Alonso. De pronto algo lo distrajo de manera sorprendente.

-Paco, Paco – codeándolo con los ojos bien abiertos mirando hacia otra mesa.
-¿Qué pasa? – sonrisa de piano en el rostro, mirando a su alrededor.
-No me vas a creer.
-Dime qué pasa.
-De verdad que no es una broma. En la mesa de al frente hay un Superman sentado. Por favor dime que estoy alucinando.

Luego de voltear hacia la mesa, echar un vistazo somnoliento, Paco voltea hacia Alonso.

-Ahora tú no me vas a creer.
-No te entiendo.
-Alonso, no hay un solo Superman… ¡Hay siete Supermans!
-¿Ah?...Chucha sí, ¿no? ¿Qué está pasando?
-No se, pero uno de los Supermans tiene celular.
-Sí, y otro Superman derramó a propósito su cerveza sobre el celular. Ahora discuten ¡dos Superman entre sí por un celular!
-Mira, hay otro Superman desvistiéndose y bailando sobre la barra. A pesar de lo gracioso de la escena, ya me empecé a preocupar. ¡Están por todos lados!
-¿Tanto hemos fumado, Paco? Si yo sólo di dos pitadas.
-No sé, pero creo que mejor safamos.

En sus caras ya no había sonrisas. Se miraron y terminaron sus cervezas de una. Salieron confundidos -más todavía- hacia el hotel luego de pagar la cuenta.

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En el bar aquellos ocho siguieron celebrando hasta el amanecer la despedida de soltero que tan bien habían organizado. El Superman de anteojos fue el más feliz de la noche.

Los mejores guitarristas de todos los tiempos

Jimi HendrixRankear a los mejores músicos de todos los tiempos siempre ha generado polémica. La subjetividad de la opinión no especializada, los distintos criterios empleados y los géneros a incluir han hecho que los rankings de músicos profesionales no sean siempre lo más homogéneos entre las distintas fuentes.

Esta inquietud me llevo a hacer algo al respecto. Decidí empezar con el ranking de los mejores guitarristas de todos los tiempos. A fin de mitigar el efecto "no especialista" pero sin dejar de lado al entusiasta de la música común y corriente consideré cuatro fuentes: dos especializadas (Rolling Stone y Total Guitar) y dos no especializadas, foros de opinión libre (Rateitall.com y Wanderlist.com).

Para elegir estas dos últimas me aseguré de que la cantidad de votos sea lo suficientemente razonable como para poder tomarlos en cuenta. Rateitall.com contaba al momento de realizar el análisis con 5,877 votos para el ranking de los Top 100. Por su lado, Wanderlist.com contaba con 8,699 votos para el ranking de los mejores 256 guitarristas. Por este lado la estadística nos avalaba.

La diferencia de criterios empleados la mitigué dándole el triple de importancia a las listas creadas por las revistas especializadas, asumiendo que su carácter de expertos consideraba la mejor forma de identificar a los mejores 30 guitarristas de todos los tiempos. En cuanto a los géneros incluídos, respete el de todos los rankings: básicamente rock clásico, pop rock, pop, blues, música acústica, entre los más destacados.

El resultado fue el siguiente (producto de un "scoring" en Excel):

  1. Jimi Hendrix
  2. Eric Clapton
  3. Jimmy Page
  4. Stevie Ray Vaughan
  5. Brian May
  6. Carlos Santana
  7. Jeff Beck
  8. George Harrison
  9. Keith Richards
  10. The Edge
  11. Eddie Van Halen
  12. B.B. King
  13. Chuck Berry
  14. Mark Knopfler
  15. John Frusciante
  16. Tom Morello
  17. Kurt Cobain
  18. David Gilmour
  19. Ritchie Blackmore
  20. Robert Johnson
  21. Pete Townshend (¡Sorry Pete!)
  22. Randy Rhoads
  23. Kirk Hammett
  24. Slash
  25. Tony Iommi
  26. Joe Perry
  27. Angus Young
  28. Joe Satriani
  29. Duane Allman
  30. James Burton
Mención especial para: Steve Vai, Peter Green, Frank Zappa, Ry Cooder, James Hetfield, Robert Fripp, Jonny Greenwood, Zakk Wylde, Dave Murray, Jerry Garcia.

martes, enero 02, 2007

Pequeñas felicidades de la vida (I)

AmélieEn la película francesa Le Fabuleux destin d'Amélie Poulain el personaje principal, Amélie, disfruta de pequeños simples placeres de la vida cuando niña -como hundir la mano en un saco de granos, quebrar la capa crocante del crème brûlée con una cuchara o soltar piedras dentro del canal Saint Martin.

Disfrutar esas "pequeñas felicidades" (delicatessen de la vida cotidiana) para sumar una sonrisa en nuestra vida es el principal mensaje que nos deja Amélie. Dejarse llevar por sutilezas que aunque no nos lleven a la felicidad plena -que creo que no existe-, ayudan más de lo que uno piensa. Me animé a pensar y transcribir las mías (actuales, pasadas y algunas deseadas) en una lista que sigue continuación:

  • Ir a comprar el periódico al kiosko de la esquina un domingo gris y aprovechar para comprar alguno que otro chiste de Editorial Novaro ("felicidad"de la infancia).
  • Un vaso de leche con un chorrito de vainilla viendo El Chavo del Ocho después del colegio (placer colegial de día de semana).
  • Desverlarme para ver Combate, con Vic Morrow como el Sargento Sanders.
  • Fresas con muchísima leche condensada (vertida de preferencia desde los nuevos envases Squeeze y no desde una lata).
  • Leer el periódico sobre arena de playa, bajo sombra y con el sonido de las olas frente de mí (si hay algún bikini alrededor que valga la pena, mejor).
  • Tomar un Jack Daniel's sentado (solo) en la barra de un bar cerca de alguna chica interesante (y sonriente).
  • Afeitarme en la ducha al frente de un espejo antiempañante.
  • El momento after-shave con loción sobre la cara.
  • Masajes en la espalda con crema para manos,
  • Un vino tinto en compañía de una mujer con quien poder conversar en voz alta o en silencio.
  • Un queso Brie original como acompañante del ese vino tinto y de esa misma mujer.
  • Sashimi de Hamachi y White Tuna fresco en la barra de un buen Sushi Bar, al lado un vaso de Ginger Ale con una rodaja de limón o un vino blanco Sauvignon Blanc heladísimo.
  • Un Bloody Mary en la cubierta de un yate, vestido en short de lino y con una rubia estilo Playboy haciéndome masajes (aún no he sentido esto).
  • Comprar en Banana Republic ropa para mí.
  • Comprar CDs de música y libros en Amazon.com y que el envio sea gratis.
  • Escuchar música de The Who camino al trabajo sobre el espantoso tráfico de la Av. Benavides.
  • Echarme en el sofá con la laptop sobre mí (de preferencia con conexión a Internet).
  • Escribir algo de lo que estoy plenamente satisfecho.
  • Manejar mi auto con la posición "correcta" del asiento, espejo retrovisor y espejos laterales.
  • Estrecharle la mano a alguien que te la aprieta igual de fuerte que tú.
  • Sacarme "conejos" de los dedos del pie.

Por supuesto, aunque no tenga el tiempo y la determinación para dedicarle energía, escribir en este blogg es una de mis principales "pequeñas felicidades".



Greguerías I

Ramón Gómez de la Serna
"Ramón Gómez de la Serna llamaba greguerías a un tipo de frases poético-humorísticas, expresiones de ideas complejas en pocas palabras. Él mismo las definía como una mezcla de metáfora + humor." (Wikiquote).



Aquí algunas greguerías de Gómez de la Serna que encontré interesantes:
  • El beso es hambre de inmortalidad.
  • Entre los carriles de la vía del tren crecen las flores suicidas (¡buenísimo!).
  • Si te conoces demasiado a ti mismo, dejarás de saludarte.
  • El manco de los dos brazos se quedó en chaleco para toda la vida.
Por mi lado, me tomé la libertad -con cierta malcriadez- de escribir algunas:

  • La leche malograda es el yogurt en gestación.
  • Me pregunto si al hablar con claridad se transmite algo de luz.
  • Gris claro es parecido al blanco oscuro.
  • El cerebro: la nuez dentro de nuestra cáscara.
  • Prisión y cárcel, sinónimos. Prisionero y carcelero, enemigos.
Regreso pronto con más greguerías. Están incubándose quién sabe dónde.