jueves, febrero 15, 2007

En este hotel no me quedo

Hay hoteles que son feos desde fuera, otros que son feos por su olor, en otros las habitaciones confirman que si hiciste el check-in fue más por urgencia que por preferencia. La arquitectura y decoración del lobby y habitaciones son un plus para mí, especialmente si se complementan con una vista panorámica de Machu Picchu imponente bajo cielo abierto, Central Park y su gente paseando en bufanda, el río Michigan revestido de hielo, una cola de turistas bajo la Torre Eiffel o la luna veneciana alumbrando la paciencia de las góndolas.

La comida de un hotel es algo que no siempre se experimenta, si en todo caso ocurre es cuando ya se decidió pasar una noche. Si la carta gastronómica no nos convence siempre (generalmente) hay alternativas fuera, sin embargo para atender nuestro hábito del sueño -hábito según los conductistas, como Eduard Estivil conocido como el Dr. Sueño- un ambiente propicio es (casi) todo. Desde el check-in hasta el día en que se paga la factura. De ahí la clave de elegir un buen hotel: la impresión visual es una primera guía, que debe confirmarse una vez en recepción frente a quien este de turno.

Los hoteles con obras en construcción -especialmente en el lobby o recepción- no deberían abrir sus puertas. Pisadas de zapatillas sobre piso de mármol amarillento, trapos blancos cada ciertos metros envueltos en humedad y huellas, paredes con agujeros tapados con yeso a medio acabar, cartones de colores cubriendo partes "claves" de la obra, un personal de servicio con rollo de papel higiénico en mano a pedido de algún obrero en apuros fisiológicos, olor a cemento y papel (periódico probablemente) quemado mezclado con sudor. "He decidido buscar un hotel más cerca al aeropuerto" dice uno a estas alturas con la cordialidad que el lugar no ofrece.

La percepción del personal de un hotel es generalmente una consecuencia de todo lo anterior. Los peores son los que piden auxilio, los que no aún no están convencidos de estar parados frente a uno. La expresión de sus caras más de verguenza que de disculpa, sin sonrisas que ofrecer, sabiendo quizá que el olor impregnado en sus ropas no los ayudaría a conseguir otro trabajo y que tienen una condena por cumplir -hasta que terminen las obras al menos-. Sus ojos callados como rogando que no los miren directamente. La ropa tampoco los ayuda: arrugada, de tallas más grandes y con indicios de varias lavadas ya. La confirmación final para salir a buscar otro lugar donde pasar la noche. Si la hora todavía lo permite.

Esta noche finalmente podré dormir en un lugar confortable, donde siento que la gente está viva y los baños provoca dejarlos más limpios de lo que estaban antes de usarlos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pensé que era malo, no malaso!!!Kubitschek. Better choice.L.